Tarot
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Spanish › Harry Potter
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Adult ++
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Disclaimer:
I do not own the Harry Potter book and movie series, nor any of the characters from it. I do not make any money from the writing of this story.
Tarot
Autora: Earwen Riddle
Beta: Sarhaliene Riddle (¡¡gracias gem!!)
Pareja: Harry/Severus
Clasificación: NC-17
Advertencias: Violencia, non-con, menciones de tortura.
Negación: Personajes y locaciones pertenecen a JKR y sus asociados. Lo único mío es la trama de la historia. Y no pretendo lucrar con ello.
Msn: earwen_riddle@hotmail.com
AOL: Earwenriddle
Dedicado a: Ufff… mucha gente!! Pero en especial a Sar (mi hermosa gem), a Jaen (otra loca que adoro) a Jasmin (mi cielo! Hermosa mía, gracias por estar cada día), a Anny (que se banca leerse mis fics aunque no le guste la pareja. Te amo niña, prometo tratar bien a tu huroncito), a Nynia (espero que podamos seguir pronto con el proyecto) y al Clan Riddle en general.
Nota: Este capitulo me ha quedado extenso, por lo que lo corte en dos pedazos y los subiré por separado, sobre todo para que no se haga tan pesada la lectura. (jejeje asusta menos cuando se ve más pequeño)
~*~*~*~
\"El poder y conocimiento se unen en el corazón del mago
para permitirle dominar su destino y
concederle señorío sobre las fuerzas ocultas\"
~*~*~*~
Podía sentir el viento, tal vez algo frío para mayo, pero contra su piel se sentía helado. Trato de hacer memoria, recordar cuanto tiempo llevaba allí pero estaba tan cansado que podrían haber sido 2 días o 2 años.
Daba lo mismo. El dolor y el cansancio nublaban su mente. Hacía mucho que su túnica se había rasgado, bajo la intensidad de las maldiciones y castigos físicos que había recibido durante su cautiverio, no solo su vestimenta estaba deteriorada, sus músculos también estaban cansados y destrozados.
- Veo que ya has despertado Potter- esa espantosa voz, siempre lo había odiado pero ahora el odio se había transformado en un deseo incontrolable de muerte para el maldito que lo tenía prisionero.
Harry estaba sentado en el suelo, acurrucado en una de las esquinas de la pequeña habitación. Levanto la vista, mirando con odio al rubio que se paraba frente a él con una sonrisa de autosuficiencia.
- Si el Amo no me hubiera dicho que no podía hacerte mío te aseguro que en este momento serías mi mascota Potter- dijo Lucius tomándolo de un brazo y obligándolo a ponerse de pie- y una adorable mascota. Pero no te preocupes, en cuanto el Lord termine contigo me prometió que serás mío, solo mío. Ve haciéndote a la idea Harry. Me perteneces desde ahora.
Potter trato de reprimir las nauseas al sentir como el adulto lo empujaba contra la pared y recorría su cuerpo con manos ansiosas. Siempre empezaba así, aunque el Lord le hubiera prohibido tomarlo, Lucius siempre se divertía con el cuerpo del Gryffindor. Acarició por encima de los restos de la túnica que cubría escasamente el cuerpo del chico cada trozo de piel. Cuando encontraba un lugar donde colar su mano y acariciar directamente la piel magullada lo hacía, deleitándose en los pequeños intentos del muchacho de alejarse. Las primeras veces había sido muy rebelde, pero ahora ya no le quedaban fuerzas y no oponía tanta resistencia.
Ya no tenía que atarlo, algo que todavía hacía en ocasiones, pero solo por mera diversión. Siguió acariciando y pellizcando, marcando aun más la piel del muchacho con sus manos, mientras su boca se encargaba de marcar la piel del cuello. Ya le había dejado algunos cardenales en anteriores encuentros, y había sido reprendido por ello por el Lord. Pero al Señor de las Tinieblas le gustaba ver a Potter dominado. Así que más de una vez le pidió a Lucius que le ofreciera un buen espectáculo con el muchacho.
Encontró una gran marca que le había dejado anteriormente y mordió junto a ella, logrando un grito ahogado del menor. Lamió con lasciva lentitud el hilo de sangre que afloro y se lo dio a probar a Harry. El chico se negó a besarlo pero Lucius no se rendía fácilmente. Con una mano se aseguró que su prisionero no pudiera golpearlo y con la otra le oprimió la nariz obligándolo a abrir la boca en busca de aire. Fue entonces cuando tomo la oportunidad de hundir su lengua en la suave cavidad del muchacho. Harry se debatió hasta que pudo liberarse y Lucius siguió sonriendo altanero. Tomo las manos del joven en las suyas y lo obligo a acariciar su cuerpo, deteniéndose en la naciente erección.
- No seas tímido, Harry - dijo al tiempo que habría su túnica y deslizaba las manos del muchacho sobre su vientre- yo sé que te gusta tocarme.
Harry casi lloró desesperado, no podía moverse. El dolor de sus músculos, las interminables pociones que lo obligaban a beber le habían quitado toda fuerza. Quería tener un poco más de voluntad, un poco de fuerza física para retirar sus manos de la erección del rubio, que ahora lo obligaba masajear. La sentía endurecerse, palpitar bajo su palma y las nauseas volvieron a él. Lucius reía al ver la cara del Gryffindor contraerse por la repulsión. Malfoy libero una de las manos del Gryffindor un momento para desabrocharse la camisa, tomo de nuevo la mano del muchacho guiándola sobre su pecho. Harry gimió de dolor. El sudor del Slytherin entraba en las heridas de sus manos causándole dolor. Podía sentir la humedad cubrir su mano, el semen espeso comenzaba a gotear incrementando el dolor de sus heridas y como siempre Lucius termino derramándose sobre el torso del chico.
- Así es como eres hermoso- susurró en el oído del joven, haciéndolo temblar de asco y miedo. Le gustaba verlo cubierto con su semen. Ya que el Lord no lo dejaba tomarlo siempre terminaba corriéndose sobre el rostro del muchacho o su torso, le gustaba ver su cara de repugnancia cuando lo obligaba a lamerse hasta quedar limpio.
Un golpe seco en el corredor sobresalto a Lucius, que libero a Harry y arreglo rápidamente su túnica. Murmuro un hechizo de limpieza justo antes de que Voldemort entrara en la habitación.
- Pequeña serpiente, que alegría verte de nuevo consciente- dijo lleno de fingida felicidad- ¿Lucius esta lista la poción?
El rubio se inclino sumiso ante Voldemort y beso el borde de su túnica.
- Sí mi Señor.
- Bien, es algo cansado tener que esperar tanto ¿verdad Harry?- dijo el Lord acercándose al muchacho y tomándolo de la barbilla lo obligo a mirarlo a la cara.
- Estoy impaciente- mascullo Harry furioso.
- ¿Por qué?- dijo el hombre mirado de reojo a Lucius- ¿Por entregarme tu magia o que él te posea?
Ambos hombres rieron ante la cara de horror del muchacho.
- Podría matarte después de tomar tu magia, pero Lucius me ha servido bien.- dijo el Lord acercándose al rostro del muchacho- Y yo siempre recompenso a los que me son fieles Harry.
Lucius sonrió al muchacho. Una sonrisa que era promesa de hacerlo pasar por un infierno en vida. Mucho peor del que hasta ahora esos dos lo habían tenido.
- Prepáralo- ordenó el Lord, y abandonó la habitación.
Malfoy se acerco nuevamente al muchacho y lo sujetó fuertemente contra su cuerpo.
- Ya lo oíste Harry, pronto, muy pronto, serás mío- dijo al tiempo que resbalaba una mano por la espada del muchacho y apretaba una de las redondeadas nalgas. Lo soltó y el moreno cayó al piso sin fuerzas.
- Ponte de pie, el Amo nos espera.
Harry sabía que si lo desobedecía recibiría un castigo doloroso, pero no podía moverse. La última poción había drenado de él toda fuerza física, apenas era capaz de mantenerse de pie por sus propios medios. Mucho menos tratar de levantarse. Malfoy sacó su varita y murmuro la maldición con la que lo castigaba siempre.
El Cruciatus lo golpeo de lleno en el pecho, quedo tendido en el suelo. Parecía que ya era inmune a la maldición, tan dormidos estaban sus nervios y músculos que casi no sentía el dolor. Lucius debió notarlo y la intensidad de la maldición aumentó y ahora sí podía sentir miles de agujas clavarse en su carne, atravesarlo. Su piel parecía en llamas, su mente se replegó sobre si misma. Todo lo que existía era el dolor, no era conciente de su cuerpo, de donde estaba o que había a su alrededor. Todo lo que existía era el dolor.
Debió perder la conciencia, como tantas veces antes, porque cuando abrió los ojos estaba en las mazmorras atado a la silla de tortura que usaban con él. Sus muñecas al igual que sus tobillos estaban atadas por finos hilos. Había aprendido de la manera dolorosa cuan afilados eran esos, al parecer, inocentes hilos. Si se movía muy lentamente podía aflojarlos un poco, no mucho, pero lo suficiente para que no cortaran su circulación, pero si intentaba moverse rápido esos hilos se incrustaban en su piel desgarrándola. La primera vez que lo ataron allí, trato de soltarse y casi se corta hasta el hueso de la muñeca. Gracias a las pociones y la rapidez del Lord, aun conservaba su mano y nada había pasado a mayores. Salvo que había aprendido muy bien la lección.
Pero ahora la tentación de cortar sus venas y dejarse morir era mucha. Pero el Lord no se lo permitiría, siempre estaba cerca o mandaba a alguno de sus mortífagos a cuidarlo.
Pettigrew se acerco a él, tomándolo de la barbilla y ajustado la correa que lo obligaría a mantener la cabeza arriba. Al parecer esta vez no lo torturarían, o tal vez sí, pero antes le daría una poción, la rutina ya se la había aprendido. Miro con profundo desprecio al que una vez fue considerado un gran amigo por su padre. Pettigrew aparto la mirada de los profundos ojos verdes con temor.
- Veo que aun no perdonas a Pettigrew por lo de tu madre impura- rió el Lord. Harry levanto la mirada hacía él furioso. Lucius salió de algún lugar detrás de la silla con un vial en su mano.
Harry trató de contener su miedo, la última vez había sido doloroso y estaba seguro que esta vez no sería diferente.
- ¿Listo mi pequeña serpiente?- murmuro el Lord con regocijo- Después de esta poción, tu magia será mía y tu serás un simple muggle.
Lucius sonrió con desprecio, y el Lord se acercó un poco más a Harry, hasta que pudo susurrar en su oído.
- Y no olvidemos que Lucius será tu dueño. ¿Me lo prestaras de vez en cuando, verdad Lucius?
El rubio se inclino sonriendo lascivamente.
- Por supuesto Amo.
El Lord le hizo una seña y Malfoy forzó a Harry abrir su boca y vertió el frasco con la poción, obligándolo a beberla. Y el dolor volvió, era horrible, mucho peor que cualquier otra poción, mucho peor que los cruciatus. Sentía como su vida se escapaba de su cuerpo, pero eso no podía ser posible, los muertos no sufren dolor ¿o sí?
La bendita inconsciencia volvió a él y por un momento se sintió calmado y en paz. ¿Estaría muerto? Rogaba que sí, entonces sería libre. Ya no sentiría ese dolor, ya no tendría que preocuparse por salvar al mundo de Voldemort. Podría descansar en paz. Esperaba que sus amigos lo entendieran por ser débil, por dejarse vencer. No podría ayudarlos, tendría que pelear solos contra el Lord, pero él ya estaba muy cansado. Hermione lo comprendería, Ron probablemente sí, pero le llevaría tiempo, Dumbledore estaría más preocupado por perder el arma contra el Lord Oscuro que por la perdida de Harry, Sirius ya no estaba y ahora podría ir con él, podría ver a sus padres de nuevo. Eso lo alegro y volvió a sentirse en calma. Pero un pensamiento lo golpeo. Severus Snape, el odiado profesor probablemente se alegraría de su muerte y aun más lo humillaría incluso muerto por haberse dejado vencer. Volvió a sentirse vacío, triste, destrozado.
Una fuerte sacudida lo trajo a la conciencia de nuevo. ¿Así que después de todo no estaba muerto? Se maldijo, maldijo su suerte. Quería morir de una vez por todas. Abrió los ojos y se encontró solo en la mazmorra. Del Lord no había ni rastro, de los otros mortífagos tampoco. Miró hacia abajo y sus ojos brillaron, una triste sonrisa se dibujo en sus labios. Tiró con fuerza de sus muñecas y los hilos se incrustaron en su piel.
Podía sentir la suavidad de la sangre en sus manos, cálida, reconfortante. Se sintió libre, por primera vez en mucho tiempo se sintió dueño de su propia vida y su destino. Sentía la sangre resbalar por sus muñecas, el olor dulzón del liquido viscoso alcanzó su olfato, podía sentir como su cuerpo se perdía. Sonrió tristemente y cerró los ojos dejándose llevar por la repentina somnolencia. Su cuerpo estaba agotado bajo la tortura recibida y ahora que por fin alcanzaba la liberación se sentía maravillosamente tranquilo.
Pettigrew entró en ese momento a la celda del muchacho. Había olor a sangre en el aire, pero no le extrañaba, después de todo en las mazmorras del Lord el olor a sangre y podredumbre eran muy comunes. Pero la escena que encontró ante si lo hizo gritar de espanto.
No solo estaba muriendo el prisionero que el Lord había dejado bajo su cuidado, sino que moría el mago con el que tenía una deuda de honor.
Se apresuro a llegar a su lado, y con un rápido conjuro lo liberó y sello las heridas. No eran profundas, pero si lo suficiente como para cercenar una arteria y dos venas. Revisó que no tuviera más heridas. Tomó el cuerpo inconsciente del Gryffindor y lo tumbó en el suelo. Se apresuro a tomar una de las pociones curativas de las estaban almacenadas allí por cualquier emergencia. Inclinó la cabeza del muchacho hacía atrás y vertió el liquido en su garganta. Con eso lograría que la sangre se restaurara, pero su cuerpo estaba muy malherido, y por lo visto el chico no tenía la menor intención de recuperarse.
Solo le quedaba una opción, tenía que llevarlo a Hogwarts. Eso podría costarle la vida, y mucho más que eso. Pero su vida ya no valía nada, era un fugitivo de la ley, un mortífago que aunque había sido fiel y mostrado su valor al Lord, era tratado casi como un elfo domestico. No tenía que perder, ser un fugitivo y esconderse lo que le quedara de vida no parecía ser una mala idea, su situación no podía empeorar aun más.
Tomo en sus brazos el cuerpo de Potter y activo el traslador que guardaba disimulado en una cadena que pendía de su cuello, aparecieron a unos metros fuera de las barreras anti-aparición de la mansión del Lord, acto seguido se Apareció frente al castillo Hogwarts.
Suspiró resignado, ya no había vuelta atrás. Miró hacía abajo, el joven aun estaba inconsciente, pero su respiración era regular, débil, pero regular. Camino tambaleándose bajo el peso de Harry hasta las escaleras principales. Dejo con cuidado al muchacho recostado allí, sabía que no tenía mucho tiempo. Seguramente Dumbledore ya habría percibido su presencia en los terrenos del castillo, así que tomo de un bolsillo un pequeño paquete y lo dejo sobre el pecho de Harry.
Se sentía bien consigo mismo. Tal vez no estaba redimido por lo que había hecho 15 años antes pero por lo menos ahora Harry ya estaba a salvo. Con cuidado acomodo un mechón rebelde sobre la frente del muchacho, dejando la cicatriz al descubierto. Con devoción la delineo.
- Espero que un día me entiendas Harry- susurró- No espero tu perdón, no lo merezco, pero si espero que me entiendas.
Sin decir o hacer algo más corrió lo más rápido que pudo fuera de las barreras de protección del colegio y desapareció.
Unos momentos después una alterada McGonagall llegaba corriendo junto a un no menos calmado Dumbledore. Se detuvieron en seco al ver al joven Potter tendido en las escaleras. Detrás de ellos llego Madame Pomfrey, que al ver a Harry palideció, pero de inmediato conjuro una camilla y se lo llevo a la enfermería sin mediar palabra con el director.
La enfermera cerró la enfermería y puso un enorme cartel que prohibía el paso a cualquier visitante. Todo aquel que necesitara de sus servicios debía esperar. La condición de Potter era, por decir lo menos, delicada.
Algunas horas después salió la mujer de la enfermería para encontrarse con la Casa de Gryffindor en pleno apostada frente a su puerta. Ni siquiera la amenaza de quitarles todos los puntos los había hecho claudicar. Snape se había puesto furioso y ladró una amenaza de cumplir el resto del año detención con él. Tampoco tuvo resultado. Por lo que los profesores decidieron abrir los salones de la planta baja para que los alumnos esperaran allí.
Madame Pomfrey se acercó al director y susurró algunas palabras al hombre antes de dirigirse a los alumnos.
- Muchachos, Potter esta dentro de lo que es posible, bien. Pronto se recuperara, sus heridas no son de consideración, solo tenemos que esperar que despierte.
- ¿Cuándo podremos verlo?- pregunto ansiosa Hermione
- En unas horas supongo- contesto paciente la enfermera- pero no antes de que despierte.
- ¡Bien! Ya escucharon- mascullo el profesor Snape.- Retírense inmediatamente.
No había amenaza, pero su voz no admitía replica. Murmurando su desacuerdo los Gryffindors se marcharon. Hermione y Ron dieron una mirada preocupada a la puerta de la enfermería, como esperando ver aparecer a su amigo antes de irse.
- Ahora sí Pompy – susurró el director- ¿qué tan mal esta?
- Es lo que les dije a los alumnos Albus- aseguró la mujer- pero no me preocupan sus heridas, están sanando bien, lo que más me preocupa son las pociones que tomó. No se que fue, ni cuantas les dieron. Pero casi lo matan Albus. Pasara algunos días antes de que pueda sacarlas por completo de su sistema.
- ¿Severus?
- Lo sé Albus- masculló el Slytherin- veré que puedo hacer.
- Te lo agradeceré infinitamente mi querido amigo.
Algunas horas después Harry se despertó sintiéndose muy cansado. Trato de acomodarse mejor y sintió como el colchón se acomodaba bajo su peso. ¿Un momento? ¿Colchón? ¿Desde cuando tenía colchón es su celda?
Abrió los ojos alarmado esperando ver a Lucius frente a él. La única posibilidad que se le antojaba factible era que se encontraba en las habitaciones del hombre. Se sorprendió aún más al encontrarse con la inmaculada enfermería del colegió. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿O es que todo había sido una pesadilla?
No, definitivamente no había sido una pesadilla. El dolor de su cuerpo y las heridas que tenía no podían ser producto de un sueño. Pero si estaba en el colegió eso significaba que alguien lo había traído. Pero los únicos que sabían donde estaba eran Voldemort, Malfoy y... Pettigrew. El hombre lo había sacado de aquellas mazmorras. Le había pagado la deuda que tenía.
Harry se llevo una mano al pecho y sintió algo metálico sobre él.
- Lo tenías cuando él te dejo aquí- le explico una voz muy cerca de su cama
La enfermera le sonrió. Por primera vez en mucho tiempo se alegraba de ver a la mujer. El chico le sonrió de regreso y casi se pone a llorar de felicidad al ver el rostro conocido de Madame Pomfrey. Era libre, una vez más se había librado del Lord.
Harry volvió su atención al medallón que tenía entre sus manos y con cuidado lo abrió. Un mechón de cabello negro como el ébano descansaba en el interior y con fina caligrafía estaba grabado “Harry”.
- Siempre lo llevaba con él- le dijo la enfermera- Desde el momento en que naciste Sirius no se desprendió ni un momento de ese medallón. Tu madre cortó un mechón de tu cabello el día en que naciste y se lo entrego a Sirius. Incluso en Azkaban lo tenía con él.
- ¿Cómo lo consiguió Pettigrew?
- No lo sé- dijo la mujer encogiéndose de hombros.
Harry apretó con fuerza el medallón y se lo volvió a colgar del cuello. Se sentía algo cansado, pero el dolor estaba desapareciendo.
- ¿Quieres que te de algo para el dolor Potter?
- No gracias- susurró Harry somnoliento- Ya no duele.
Madame Pomfrey lo reviso una vez más antes de irse y comprobó que las heridas estaban casi cicatrizadas. Es más, casi no quedaban rastros de la mayoría. Asumió que era por las pociones que había tomado el muchacho. Revisó su temperatura y se llevo un ligero sobresalto al ver que tenía una fiebre muy alta. Pero no podía darle nada para aliviarlo. Su sistema estaba tan saturado que si le administraba alguna otra poción probablemente lo envenenara.
Con paciencia fue bajándole la fiebre con paños fríos hasta que Potter pudo dormir tranquilo. Incluso una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.
Entrada la noche el profesor Snape se dirigió a la enfermería y entró sigiloso. Madame Pomfrey hacía un rato se había ido a dormir al ver que Harry ya no la necesitaba.
Severus camino hasta la cama de su alumno y lo observo dormir. Al parecer el muchacho ya estaba mucho mejor, las heridas ya no se veían. Vio el gran cuenco con agua helada junto a la cama de Potter y supuso que había tenido fiebre.
- Eso es bueno- susurró- así sacaras todo eso de tu interior.
Se sentó junto a él y con cuidado puso su mano sobre la frente de su alumno. Harry se estremeció ante el contacto de la fría mano, pero suspiro satisfecho.
Severus se relajo al ver que Potter estaba mejor, seguía con la temperatura alta pero no era algo de que preocuparse. Se quedo observando la cara pálida y algo magullada de Harry. Trazo con delicadeza cada una de las marcas que cubrían el suave rostro. Una vez más estaba sorprendido de la resistencia que tenía aquel niño. Ya había dejado de contar las veces que se había metido en problemas, y cada vez era peor que la anterior.
Resignado a su suerte, parecía que siempre tenía que ser él quien estuviera ahí para sacarlo del apuro. Aunque esta vez no pudo, y de alguna manera se sentía culpable por eso y lo peor de todo es que el chico lo odiaba. No es que él le tuviera cariño, ni siquiera algo de simpatía, pero se creía capaz de tolerar al mocoso. Después de todo había demostrado ser muy parecido a su padre, pero por suerte había heredado algo del buen juicio de su madre.
Severus levanto la vista un momento, hallándose reflejado en el cristal de la ventana. Afuera la noche era bastante oscura, y el cielo anunciaba que el día sería bastante tormentoso. Observo sus propios rasgos. Hacía mucho que no se tomaba un tiempo para él mismo. Siempre pendiente de los encargos de Dumbledore o en misiones del Lord, y para rematar el cuadro, sus alumnos, esos mocosos eran uno de sus peores tormentos.
Se veía cansado, agotado, pequeñas arrugas se formaban junto a sus ojos. ¿Cuánto hacía que no dormía correctamente? Años. De eso estaba seguro.
Volvió su mirada a Potter, el muchacho parecía dormir tranquilo, aunque cada tanto se agitaba entre las sabanas. Observo más de cerca el rostro magullado y trazo lentamente un gran golpe que tenía junto al ojo derecho. Siguió subiendo despacio, retiro un mechón rebelde, descubriendo la cicatriz que hacía tanto tiempo portaba el chico-que-vivió.
Era solo un adolescente, un poco más que un niño y ya tenía que cargar con responsabilidades mucho más pesadas que muchos adultos. Sonrió tristemente, ese chico hubiera encajado bien en Slytherin, tantos otros niños como él había en esa casa. Cierto que ninguno tenía las responsabilidades que Potter cargaba en sus hombros, pero la mayoría se habían criado solos y sin el consuelo de una familia.
El profesor de pociones se puso en pie, repentinamente mucho más cansado de lo que podía recordar haberlo estado nunca. Se inclinó sobre el muchacho aun dormido y besó con suavidad la cicatriz en forma de rayo.
Severus Snape, temido profesor de pociones, se congelo en ese instante. ¿Qué estaba haciendo?
Horrorizado por su actitud salió de la enfermería como alma que lleva el diablo, y no se detuvo hasta que estuvo detrás de la puerta de sus habitaciones.
- ¿Qué hice?- gimió temeroso, caminaba de lado a lado de la habitación tratando de encontrarle un porque a su actitud- Fue el cansancio. Sí, fue eso y que estuve... no estuvimos, sí estuvimos dos semanas sin saber donde lo tenía el Lord.
Quien lo hubiera visto en ese momento nunca lo hubiera reconocido. El profesor Snape, el maldito grasiento mucílago, temido por sus alumnos, estaba irreconocible.
- Los Potter acabaran con mi vida- bufo antes de quedarse dormido. Se había acostado sobre las mantas, ni siquiera se había quitado la túnica, en poco más de una hora amanecería.
En la enfermería Harry comenzaba a despertar. Se sentía mucho mejor, podía sentir su cuerpo renovado. Sus músculos ya no estaban tensos, podía moverse sin sentir a su cuerpo quejarse por ello. Reviso sus brazos, sus piernas, no había marcas. Ni golpes, ni rasguños. Nada. Abrió su pijama para revisar su pecho, tampoco allí tenía marcas.
No encontraba explicación posible. La enfermera era muy buena en su trabajo, pero no tanto como para aliviar por completo su dolor en cuestión de horas y quietar todas las marcas. Un ligero mareo lo obligo a sujetarse del borde de la cama, había sido mala idea pararse. Pero casi de inmediato se sintió mejor, a decir verdad se sentía algo extraño.
Después de que Madame Pomfrey lo revisara y lo dejara irse, tan sorprendida como él mismo, Harry se dirigió a su dormitorio. Necesitaba estar de vuelta en la Torre, aunque no quería tener que explicarles a sus compañeros lo que le paso. Sería revivirlo y era algo para lo que no estaba preparado.
A mitad de camino rumbo a la Torre de Gryffindor se cruzo con el Barón Sanguinario. Por primera vez en mucho tiempo el fantasma más cruel y temido de todo Hogwarts se detuvo frente a él. Harry hubiera jurado que el Barón palideció antes de hacerle una profunda reverencia y marcharse de allí apresurado.
El chico-que-vivió se rió ante lo peculiar de la situación y siguió caminando pausadamente. No se sentía cansado, pero esa extraña sensación no lo abandonaba. Podía sentir su magia correr desbocada en su cuerpo, se sentía inusualmente vivo. De repente fue consciente que no solo podía sentir su magia, sino que la de las personas a su alrededor. Hizo un pequeño esfuerzo y se dio cuenta que podía sentir a cada ser vivo y no-vivo del castillo.
En un principió se asusto. Pero luego el miedo dio paso a la curiosidad y la curiosidad al entendimiento. Lo sabía, había leído sobre eso hacía unos meses cuando buscaba material sobre criaturas oscuras.
Pero él no podía ser un Assur ¿o si? Esos seres eran malignos, perversos. Él no era así ¿O sí lo era? Su cabeza comenzó a dolerle. Se reclino contra el muro, se sentía algo mareado.
Respiró profundo, tenía que calmarse. En cuanto pudo tener control sobre su equilibrio nuevamente, salió corriendo hacia la biblioteca. Tenía que saber si estaba en lo correcto. Entró sigiloso, la puerta estaba cerrada bajo un hechizo de seguridad, pero pudo abrirla sin esfuerzo, gracias a la navaja que le regalara Sirius. Despacio reviso los estantes de la sección prohibida, mirando sobre su hombro cada vez que sentía que alguien se acercaba. Pero dado que aún no amanecía era casi imposible que alguien más estuviera en la biblioteca. Tardo un poco en acostumbrarse a la sensación de sentir la magia y presencia de los otros.
Respiró profundo varias veces tratando de clamarse, debía asegurarse que sus sospechas fueran ciertas. Tal vez si le decía a Dumbledore lo ayudaría. Pero esa idea la abandono tan pronto como cruzo su mente. Las respuestas a sus preguntas descansaban en alguno de los estantes de la Sección Prohibida.
Más pronto de lo que imaginó encontró el libro adecuado, polvoriento y bastante maltratado por el paso del tiempo. Se escondió en uno de los recovecos y comenzó a leer. Con cada párrafo que recorría su semblante palidecía un poco más.
Según ese libro los Assurs eran básicamente criaturas de aspecto humano, pero en esencia eran más parecidos a un animal que a un ser humano. Cazadores por naturaleza, todos sus sentidos eran extremadamente agudos. Muy en especial eran sensibles a la magia, podían detectarla y contrarrestaría muy fácilmente, así mismo su caudal mágico era muy poderoso. Según el autor si un Assur detectaba un flujo de magia que consideraba peligroso para él o para cualquiera de su manada mataría a la bruja o mago que del que procediera esa magia.
Harry tembló al pensar que podría dañar a alguien, que no pudiera contenerse, que sus instintos se desbocaran y no pudiera controlar su necesidad de cazar.
Siguió leyendo cada vez más preocupado, según el libro, los Assurs podían manejar grandes caudales de energía, todos ellos eran animagos, pero su forma se desconocía ya que cada vez que un Assur tomaba su forma animal no quedaban sobrevivientes que pudieran declarar. Particularmente reservados, no se relacionaban con las personas, salvo algunas excepciones en que mantenían amistad con algunos humanos, y por supuesto sus parejas, que normalmente eran Assurs pero se había dado el caso de que unos pocos fueran humanos.
Potter no lograba explicarse como él, de la noche a la mañana se había vuelto una criatura tan peligrosa. Esos seres nacían siendo lo que eran, no se despertaban un día y se convertían en uno.
“Hace más de 1200 años que no tenemos conocimiento de la existencia de semejante criatura. En aquella época fueron disidamos después de que atacaron deliberadamente un poblado muggle. Desde entonces cualquier niño o niña que naciera con la marca era muerto de inmediato, evitando que la raza floreciera nuevamente”
El moreno se estremeció al pensar en la masacre que debió haber sido aquello, por alguna razón, el miedo inicial lo abandonaba y se sentía cada vez más capaz de controlar sus instintos. Releyó el párrafo una vez más, junto a él había un dibujo de la marca que identificaba a los Assur. Un complicado nudo de líneas que se entrelazaban formado lo que parecía animal con alas.
Harry cerró el libro, algo tembloroso, ahora estaba convencido era sin duda esa criatura. Temió por su vida, si alguien sabía que había un Assur probablemente lo querrían matar. Dejo el libro en el estante en que lo encontró y corrió a su habitación.
Como era de esperarse nadie en la Torre de Gryffindor estaba despierto, entro en silencio a su cuarto y se metió en el baño. Busco su varita en el bolsillo y se dio cuenta que la había dejado en la enfermería.
- Un momento, el libro dice que puedo hacer magia sin varita – susurró. Cerró los ojos y trato de recordar el hechizo, agito su mano como si sostuviera su varita y frente a él apareció el espejo que necesitaba.
Suspiró, y comenzó a quitarse la ropa. Debía encontrar la marca, si era que la tenía, cuando termino de quitarse toda la ropa se paro frente al espejo y busco con cuidado en cada centímetro de su piel. Comenzaba a desesperarse cuando decidió buscar en su nuca. Allí como en el resto de su cuerpo no había nada, frustrado se giró para vestirse de nuevo cuando con el rabillo del ojo creyó ver algo. Volvió a acercarse al espejo y revisó detrás de su oreja derecha.
Allí estaba, negra y bien marcada, la señal que lo identificaba como el único Assur con vida desde hacía siglos.
Ahora tenía todas las pruebas que necesitaba para asegurar que era una criatura oscura. Debía contárselo a Dumbledore. Se vistió lo más rápido que pudo, cuando su mano se poso sobre el pestillo de la puerta algo lo detuvo. Probablemente el director lo ayudaría, pero lo más seguro fuera que lo encerraría bajo siete llaves.
No, definitivamente no podía decirle al director sobre su nueva condición.
- ¡Harry!- el grito de Ron retumbo en el cuarto sobresaltándolos a todos. Inmediatamente el moreno fue prácticamente estrangulado en un apretado abrazo de su amigo.
- ¿Estas bien? ¿Qué paso? ¿Ya te dejaron salir de la enfermería? ¿Volverás a clases? – Ron hablaba tan atropelladamente que causo la risa de Harry. El moreno se rió como hacía mucho no lo hacía.
- Sí Ron, ya estoy bien – dijo palmeándole la espalda – Y volveré a clases contigo.
- Que mala suerte tienes- se burlo Dean – Primer día que vuelves y te toca Adivinación a primera hora y luego Pociones.
Harry hizo un puchero y le arrojo la almohada de Ron al rostro de Dean.
- Harry, esa es la mía.
- Vamos Ronny es por una buena causa- rió Harry a la vez que salía corriendo de la habitación perseguido por Dean.
Hermione los esperaba junto al retrato de la Dama Gorda y al ver a Harry bajar tan apresurado se preocupo un poco.
- Hola Harr...
- Hola ‘Mione – dijo Harry parando en seco y cubriéndose detrás del cuerpo de su amiga del almohadonzazo de Dean.
- Si serán irresponsables – chillo Hermione – Harry acaba de salir de la enfermería y tu solo piensas en una guerra de almohadas Dean.
- Pero él...
- Nada de peros – lo cortó la bruja, Harry aun detrás de ella le saco la lengua a Dean – Y tu Harry...
- Yo no hice nada ‘Mione – dijo Harry poniendo su mejor cara de inocente – ¿Vamos a desayunar? Me muero de hambre.
Resignada a la inmadurez de sus compañeros Hermione fue al Gran Comedor seguida por Harry y un molesto Dean.
La entrada al gran comedor fue justamente lo que esperó que fuera.
Todos los murmullos cesaron de repente al verlo llegar, todas las miradas de los alumnos fijas en él mientras caminaba hacia su mesa y cuando se sentó en su lugar todos comenzaron a cuchichear. Habían tenido todo el fin de semana para correr sus chismes y al parecer no habían perdido el tiempo.
Con todos reunidos podía sentir mucho más fuerte que en esa mañana la magia de los habitantes del castillo. Se estaba mareando, trato de concentrarse en otra cosa, pero fue peor. Entonces ocurrió, fue consciente de la presencia de una persona, de una sola, todas las demás se apagaron y quedaron es un segundo plano como si fuera un zumbido. La magia de esa persona era tibia, sutil, se sentía poderosa, pero a la vez frágil. Sintió como su propia magia se doblegaba ante esa presencia, calmándose y fluyendo más tranquila.
- Harry... ¿Harry?- volvió a insistir Ron.
- ¿Si?
- ¿En donde estabas?- rió el pelirrojo- parecía que estuvieras soñando despierto
- Algo así ¿nos vamos ya?
- Lo lamento señor Potter – lo llamo la profesora McGonagall- pero llegará más tarde a sus clases hoy. El director quiere verlo.
Sin decir una palabra más la mujer salió del Gran Salón.
- ¿Recién llegas Potter y ya te están regañando?
- ¿Y desde cuando te importa tanto lo que me pasa Malfoy?- mascullo calmado Harry - ¿O será que tienes que ir a contarle a tu amo Voldemort lo que hago o dejo de hacer?
El Gryffindor fue consciente del escalofrío que corrió por el cuerpo del rubio, pero no espero a recibir respuesta.
Ya se imaginaba para qué era la reunión. Desde hacía un rato había sentido la presencia de varios integrantes de la Orden del Fénix.
Y no se equivoco, después de estar durante una hora respondiendo a las preguntas del director y de alguno de los miembros de la Orden sobre lo que había pasado, se llego a la conclusión de que en el verano la vigilancia se redoblaría.
- No voy a volver con mis tíos – aseguró Harry.
- ¿Y que le hace pensar Potter que nosotros ...
- Calma Severus- lo detuvo el director – El profesor Snape tiene razón Harry, no puedes ir a ningún otro sitio, en verano volverás con tus tíos y...
- No voy a ir.
- Deja tus pataletas Potter me estas hartando – mascullo furioso el profesor de pociones.
- Primero no es una pataleta como usted la llama profesor – Harry estaba tratando de controlar su furia – Segundo tengo muy buenas razones para no volver a Privet Drive.
- ¿Y que razones son esas Harry?- el tono paternal del director le causo gracia a Harry pero se contuvo de reír.
- Personales...
- No venga con esas estupideces Potter ...
- Profesor Snape, no lo estoy insultando, le ruego que no me insulte usted a mi.
La mirada de odio que le dirigió el profesor hubiera sido capaz de intimidar a cualquiera, pero Harry ya estaba acostumbrado a ellas.
- Tengan clama los dos – les advirtió Dumbledore – Harry eso no es suficiente para que no vayas a casa de tus tíos.
- Lo respeto mucho director – dijo Harry – Pero le aseguro que no pasare ni un minuto más en esa casa. ¿Cree usted que lo único que pasé allí fueron algunas palizas o que me insultaran cada vez que tenían oportunidad? Esta muy equivocado.
El director se acomodo en su silla y miró intensamente a Harry.
- No lo intente director – lo previno el Gryffindor.
- Veo que has dominado la Oclumancia.
- Déle las gracias al profesor Snape – dijo tratando de sonar molesto, no quería tener que explicar que aquello era una de sus nuevas habilidades.
Severus lo miro de reojo algo asombrado del reconocimiento pero no dijo nada.
- Créame director, no volveré con ellos. – Harry sonó tan terminal que hasta el director tuvo que claudicar.
- Muy bien – acepto el anciano y el profesor de pociones miro enojado al hombre – Te quedaras en el castillo y un profesor te cuidara. Ya te avisaremos quien es.
- Gracias director – sonrió débilmente Harry - ¿puedo irme?
- Sí vete ya, en unos minutos empieza tu clase de Pociones.
Continua en El mago parte 2