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Mi amo

By: chibikitten
folder Spanish › Originals
Rating: Adult +
Chapters: 2
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Reviews: 2
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Disclaimer: La siguiente historia es un pedazo de ficción. Cualquier parecido con la realidad de alguien, es pura coincidencia. This is a fictional work, any resemblance to a place, peson or situation is coincidential.
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El chofer


¡No lo podía creer! ¡Había sido vendida a un viejo asqueroso, feo y sin nada que verle! Seguro era uno de esos envejecientes que, al no lograr impresionar a ninguna jovencita de bien, buscaba refugio en los brazos de una esclava, para tratar de aferrarse a una juventud que hace décadas que no tenía, en vez de colocarse en su debido sitio.

¡Todo había sido tan rápido! No hubo ninguno de los acostumbrados rituales: no hubo inspección, los mercaderes no habían mostrado sus “dotes” al viejo para nada, el pedazo de huesos ese no había pedido una “demostración de sus habilidades”, como hacían muchos que compraban esclavos sexuales. ¡NADA! El viejo simplemente le vio el rostro, le tocó un poco las manos, las examinó, y dijo que se la llevaría, pero que esperaba rebaja por algunos cayos que encontró en sus manos, pues él había pedido explícitamente alguien con manos suaves.

Luego de eso, ella fue llevada al “Cuarto Pre”, el cual consistía de una habitación clara e iluminada, donde siempre habían trajes sugerentes y accesorios bellos, con abundancia de maquillajes e inundado de una mezcla de esencias embriagadoras. Era un cuarto de preparación explícitamente hecho para los esclavos sexuales, en el cual alistaban al esclavo para conocer oficialmente a su nuevo amo, y le vestían y acicalaban cuidadosamente, en un rito celoso, en el cual le deseaban suerte al esclavo con su nuevo amo.

En una explosión de rabia, la chica decidió quemar el maldito lugar, sintiéndose un poco mal por la dulce Agustine, la encargada del arreglo de los esclavos, quien era la única persona a quien ella aguantaba en el lugar, pero estaba determinada a hacer algo para detener irse con aquel viejo, y nadie habría de detenerla.

Justo cuando había agarrado un costoso jarrón, con el cual le echaban agua a los esclavos al bañarlos en una tina llena de pétalos de rosa, una mano fuerte y áspera tomó su muñeca. Al voltear, vió al mismo mercader que la había llevado al maldito viejo, y por ende, en los ojos de la esclava, el culpable directo de su desgracia.

-No vas a hacer nada para quedarte aquí, niña… me aseguraré de eso. Esta vez te vas, y te vas para siempre, me oiste…. – no era una pregunta, era una amenaza fuerte y clara, la cual no intimidó a la chica. –ya te compró, hasta dió el dinero, y tiene tus papeles. No valdrá de nada que hagas un escándalo, sabes que tienes que estar con él por lo menos tres meses ahora. Puedes hacer lo que quieras, no se que tienes, pero el señor te quiere a TI, tanto, que ni quiere que te prepares, te está esperando afuera. Y ya te tiene.

Ella rió altivamente, mirándole justo a los ojos, ocultando la rabia que sentía al saber que ella ya era propiedad de aquel maldito viejo verde.

-Entonces… ¿no soy tu esclava ya? – Luego de decir esto, simplemente soltó el costoso jarrón, que al caer al piso, se cayó en mil pedazos.

El mercader reaccionó como ella esperaba, manipulándola, y halándola violentamente, y cuando alzó la mano para golpearle, ella forcejeó con él fuertemente, hasta que ambos cayeron al suelo, y ella le gritó.

-¿Crees que te dejarán con todo tu precioso dinero si llego agolpeada? ¡Sera mejor que me sueltes, maldito!

Vio el cambio en el mercader, el deseo en sus ojos de hacerle daño, pero luego, con suma satisfacción, vio como descendía su mano, y su semblante cambiaba, tornándose su rostro en una mascara de avaricia y regocijo. Ella se paró, altiva, mirándole como nunca se le había permitido: como si el mercader era, por mucho, más bajo que ella, y la satisfacción que acompaño el hecho que no era maltratada por eso la envolvió. Tal vez no era libre del todo, y no le gustaba el viejo que la había comprado, pero ella se daba por bien servida si no tenía que verle la sucia cara a ese apestoso mercader jamás en su vida.

-Camina, fiera….- le ordenó él, tomándole por el brazo, y sacándola del Cuarto Pre a fuerza de jalones. La chica le forcejeó todo el camino, y ambos retozaban por los pasillos del segundo piso, que aunque no era tan lujoso como el primer o quinto piso, era una increíble mejora comparado con el sitio en el que guardaban los esclavos.

Pero el forcejeo no duro mucho. El mercader la halo por el pelo, consciente que un moretón en el cuero cabelludo no seria visible, considerando la abundante melena de la mujer, y le atinó un buen empujón contra la pared, que le hizo girar el mundo. Sin detenerse un momento, el mercader la tomó fuertemente por la cintura, levantándole encima de su hombro, para llevársela al primer piso, donde su nuevo amo le esperaba.

Cuando el mundo dejo de girarle, y no escuchaba las palabras cinco veces, por lo que los sonidos se mezclaban uno con otros, fue justo cuando sintió que le colocaron unos finos y delicados grilletes. Por un momento, ella se quedó en blanco, observando las brillantes pulsas de hierro alrededor de sus muñecas. Si no hubiera sido por la cadena entre ambos círculos, y la manera de cerrarse, los metales podrían haber pasado por una joya preciosa, podía denotar unos grabados en los grilletes, en el cual discernió un potente semental parado en sus piernas traseras, con su cara mirando hacia el horizonte, su cara de perfil, el pelo largo y ondulado, y parado delante de un escudo azul y rojo, el cual estaba dividido por una espada, cuya empuñadura era en forma de espiral. Seguro era el escudo de su nuevo amo, pero no entendía porque tenían sus propios grilletes, normalmente las casas de esclavos les regalaban unos de los que hacían, con su nombre, y una absurda forma de distinción que indicaba si era esclavo doméstico, de trabajo o…. de otras índoles. Pero esto era demasiado inusual. Los ricos y poderosos no se molestaban mucho con la “estética” de los esclavos, solo les preocupaba que hicieran su trabajo cuando ellos dijeran, y como ellos lo demandaban.

No tuvo mucho tiempo para cuestionarse, ni para seguir admirando el delicado tallado del grillete, cuando una mano se hizo de su brazo. Vio quien se atrevió a tocarla, y advirtió al viejo verde que le había comprado. Sintió ganas de meterle una pierna delante, y hacerle caer al piso, imaginó la caída, y que al viejo se le partían los huesos, y quedaba desparramado en el piso de el edificio. Por un momento, hasta sonrió ante la idea, pero algo la detuvo: la mano en su brazo.

¿Por qué el viejo la tomaba del brazo? Y no solo eso, ¿Por qué la tomaba de la manera en que lo hacia del brazo?

Primero, los amos normalmente tomaban la cadena que unía los grilletes, y dirigían a los esclavos como perros u otro tipo de mascota, este hombre la tenía sostenida por el brazo, de una manera firme, sí, pero no le apretaba ni le hacía ningún tipo de daño; casi parecía un anciano guiando a su hija por las calles o algo así. Le consternaba la amabilidad y delicadeza que el viejo verdad derrochaba sobre ella. No quería que le agradara, no le interesaba la amistad, o el buen trato de un amo. Para ella, cualquier tipo de cariño que ella podría desarrollar por su amo solo era un impedimento, algo que la detendría de armar el mayor escándalo en la casa del viejo verde, y que le devolvieran, o mejor aún, tal vez se molestarán tanto los mercaderes con las pérdidas que les provocaba, que le dejarían libre. Era una idea estúpida, ella era consciente de ello, pero anhelaba tanto su libertad, que estaba dispuesta a tomar cualquier camino para alcanzarla, por absurdo ó estúpido que pareciera.

Todavía desconcertada, el anciano la llevó a la calle, donde el sol vespertino le despabiló de su trance, y la devolvió a sus rebeldes cabales. Hubiera empezado a patearle las canillas al viejo que le sostenía el brazo, pero de repente sintió el piso moverse debajo de sus pies, y alejarse de los mismos, al mismo tiempo que manos fuertes y ásperas se asían de su cintura, y fue rudamente depositada en la parte delantera de un carruaje situado enfrente del macabro edificio.

Estupefacta, se encontró sentada en el más confortable asiento en el cual había estado hace mucho tiempo, y le tiró una mirada fulminante a la figura que estaba subiendo a su lado en el carruaje. La mirada se la tragó en un solo desate de horror: ¡el hombre era inmenso! Con los ojos cubiertos por un sombrero de cuero de ala ancha, vestido como todo un vaquero, con todo y hasta espuelas, se posó a su lado el ser mas intimidante que había ella visto en su vida. Debía de medir casi 7 pies, sus manos eran las manos toscas y fuertes del que ha trabajado toda la vida por lo que tiene, en su cintura le guindaba un cinturón de cuero, donde podía observar que guindaba un látigo que daba miedo solo de observarlo, y un revolver del otro lado, que estaba claramente cargado, y listo para ser disparado, negro y de gran calibre, que brillaba cuando le alcanzaba la luz del sol. Una descuidada y tosca barba le decoraba la cara de un marrón tan obscuro, que casi parecía negro, el hombre masticaba tranquila y metódicamente una de esas yerbas largas que le encantaban a los vaqueros, de las que siempre terminan guindando de la boca del hombre.

Nunca llego a verla la cara completa, pero tampoco la interesaba, así que miró hacia delante, al camino, ya planeando que se lo tenía que aprender de memoria, para cuando escapara de la casa donde la llevaría el abominable hombre a su lado, ella no se perdiera en el camino.

-Cuando lleguemos a la casa grande, tendrás que conocer a la señora, así que ve directo al cuarto de esclavos y te das un buen baño. Hueles a ratón muerto.- Dijo el hombre a su lado, en una voz tan alegre, pero gentil que ella casi no creyó que él había sido que pronunciara esas palabras. Un segundo después, comprendió lo que le había dicho el hombre.

-¡pues, te hago constar que yo me baño TODOS LOS DIAS! – Le devolvió ella automáticamente, mirándole con ojos llenos de rabia y deseos de acabar con él, sea este el triple de tamaño que ella. Entonces, paso algo que la dejo pasmada: el hombre se quitó el sombrero y, mirándola fijamente, le sonrió, y fue como si todo el se hubiera tranformado: sus ojos eran de un color marrón oscuro, pero eran gentiles y llenos de alegría, y cuando sonreía, no parecía un capataz arisco y tosco, sino un hombre amable, servil, y puede ser que hasta un poco tímido…. “aunque podría deshacerse de la barba, lo hace parecer un caníbal” pensó ella.

-No lo dudo… pero el edificio olía a ratón muerto, así puedo haber sido aquel lugar- dijo el hombre sonriente, mientras alzaba un poco los hombros. Para darle menos importancia a la razón?? O tal vez para parecer mas chistoso?? Ella no lo había decidido, y por ende no dijo nada, simplemente prosiguió mirando el camino, aprendiéndose cada movimiento que hacia el carruaje, forzándose a concentrarse lo más posible. Tenía que encontrar una manera de largarse de donde sea quela llevaba este hombre. No iba a quedarse como esclava de nadie!

-Entonces, tu serás la nueva dama de de la señora…- ella le oyó musitar, pero no le presto mucha atención, parecía ser que el hombre era un parlanchin con aspecto de malón. Los hombre así no le agradaban, eran ambiguos y al final no producían nada bueno, seguro era un fantamoso que se creía más grande que medio mundo. Además, no le interesaba hacerse amiga de nadie, lo único que deseaba era ganar tiempo hasta encontrar el momento preciso para escapar… o para armar un brollo tan grande, que la botaran de allá. Siguió sin hacerle caso, pero el hombre parecía no importarle. –por lo menos, te ves mejor que Arietta… aunque no seas tan amigable. Pero, ¿Qué digo? ¡Te acabo de conocer, no puedo juzgarte! Jajaja…. Bueno, bueno… me dejare de babosadas, por lo menos, vamos a presentarnos, si trabajaremos para la patrona, tenemos que conocernos, ¿no crees?

Ella le miró, con recelo y desconfianza. El hombre la miraba, y ella supo que se dio cuenta de su indiferencia con él, porque vio como sus ojos marrón oscuro mostraban confusión por un segundo, pero luego el sonrió otra vez, y fue el gesto mas amable y educada que haya visto en toda su vida. Se sorprendió al sentir un suave calor en sus mejillas, y aun más cuando le devolvió la sonrisa. Habia algo de este hombre que no podías evitar sino contagiarse de su animo.

-¡Así esta mejor! No te preocupes, los patrones son personas maravillosas, la pasaras muy bien en la Casa Marlstorn, así que quita esa cara de desconfianza- Ella no lo pudo evitar, al oir el nombre de la familia que la había comprado, sintió un escalofrío enorme y encegador. Ni siquiera los conocía, y ya los odiaba a todos. Lo que no le cabía en la cabeza, era como este hombre que parecía tan amable podría decir algo así de unos patrones que sentían la necesidad de comprar esclavos, esclavos sexuales para hacer las cosas peor. Como si le leyera el pensamiento, el hombre respondió. –Aunque seas esclava, de cualquier índole, los patrones te tratan con el respeto que merezcas y te ganes. Son personas maravillosas, te digo… por cierto, mi nombre es Henry.

El le sonrió ampliamente, soltando una de las riendas para ofrecerle la mano. Antes de poder detenerse, la chica le correspondía con la mano.

-Mi nombre es Layla.- y se detuvo antes de decir cualquier otro disparate, o decir más sobre ella misma, aunque la sonrisa que le dedicó Henry fue tan brillante y alegre, que él no necesitaría mucho esfuerzo para hacerla decir muchos de sus secretos.
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