FEAR OF YOU. FEAR OF ME.
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Spanish › Anime
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Disclaimer:
I do not own the anime/manga that this fanfiction is written for, nor any of the characters from it. I do not make any money from the writing of this story.
FEAR OF YOU. FEAR OF ME.
FEAR OF YOU.FEAR OF ME
-“Raito-kun…”
-¿Hum?
Yagami Raito, vencido por el cansancio tras una interminable jornada de investigación, no supo determinar si Ryuuzaki había musitado su nombre o si bien lo había soñado. Se incorporó levemente de la cama e intentó escrutar la oscuridad impenetrable que reinaba en la habitación y aguzó el oído aguardando de nuevo la voz de L. Pero no se escuchó nada.
Bostezó somnoliento y se dio la vuelta, tapándose de nuevo con las sábanas; pero aquel agotamiento que antes le embargaba se había esfumado y ahora se mantenía alerta, completamente desvelado. Hubiera sido o no un sueño, lo más seguro era fingir que dormía.
De espaldas a Raito, L permanecía quieto y con los sentidos tan aguzados como los de su compañero. Si bien el dormir había supuesto desde siempre para él un esfuerzo francamente considerable, desde que compartía cama era tarea más que imposible.
Podía sentir el suave seseo de las sábanas al moverse, su respiración profunda y pausada … y también la calidez y el aroma de su cuerpo. El simple hecho de notar otra presencia a su lado le desconcertaba y crispaba los nervios…por eso permanecía en tensión , expectante…como a la espera de algo que ni él era capaz de determinar.
Pese a tener plena convicción de que Yagami Rito era Kira, sabía que no tenía que temer de él en plena noche…mientras estuvieran unidos por las esposas no sería tan estúpido como para matarlo; sería demasiado obvio, demasiado fácil para Kira…pero aún así, dormir con el enemigo era algo que instintivamente le hacía permanecer a la defensiva…y más ahora, que sabía que estaba fingiendo que dormía.
Y es que en el instante en el que susurró su nombre, notó cómo se le hacía un nudo en el estomago y se ahogaban sus palabras en la garganta. Abrió los ojos desmesuradamente, sorprendido de su propia reacción, y sintió su corazón latir con fuerza cuando se dio cuenta que nada de eso había pasado desapercibido para Raito.
Ambos jóvenes estaban anhelantes, temerosos…casi podía palparse la tensión contenida en aquella oscura estancia durante unos minutos que parecieron interminables horas, sumidos en una ausencia de sonido enloquecedora.
“Te odio” “¿Qué quieres? “Te deseo” “Quiero matarte” “¿Por qué?” “Desaparece de mi vida” “Bésame” “
“Ojala nunca te hubiera conocido” “¿Sabes quién soy?”
“Quiero matarte” “Quiero matarte”
“Pero…”
El cuerpo de L temblaba casi imperceptiblemente, pero por dentro un torbellino de emociones contradictorias le torturaban… ¿qué eran esos sentimientos tan fuertes? Intentó mantener la frialdad y buscó las causas que le estaban llevando a actuar de esa forma tan impropia de él…
Sí, aunque le costara reconocerlo, estos últimos meses de estrecha convivencia con Raito habían sido los momentos más felices de su vida. Se había divertido como nunca, disfrutando de la agradable conversación de Raito, descubriendo juntos la cantidad de gustos y aficiones que compartían, evadiéndose y gozando de la vida tal y como debía de ser en un chico de su edad. Lo que no acababa de comprender era por qué cada vez con más frecuencia miraba a Raito, como hipnotizado por sus rasgos perfectos, por sus cabellos castaños casi rojizos, por sus ojos color almendra, por su cuerpo atlético, por su voz serena, por su…
Los pensamientos de Raito no estaban muy alejados. Él también debía admitir que L era el amigo que nunca había tenido; por fin tenía alguien interesante e inteligente con quien pasar las horas; le encantaba y a la vez detestaba cada vez que coincidían nuevamente en algo, y esa doble vertiente de emociones le asustaba. Pero lo más desquiciante era esa imperiosa necesidad de mirarlo: mirar su piel de nácar, mirar su pelo tan negro como sus ojos, mirar sus extravagantes gestos, sin poder evitar el sonreír para sí mismo siempre que le veía llevarse el pulgar a los labios, antojándosele deliciosamente inocente.
Nunca supieron de dónde sacaron el valor, pero de repente, poseídos por el deseo, se encontraron abrazados, Raito sobre L, con temor a que sus miradas se cruzaran, tal miedo tenían de que sus ojos fueran un espejo del alma.
Y entonces…
-“Bésame, Raito-kun”
Con timidez. Raito, con sus dedos entrelazados con los oscuros cabellos de L, posó sus labios en los de Ryuuzaki, sorprendiéndose del dulce sabor de su boca, dulce, muy dulce…y pensó que podría pasar el resto de su vida perdido en la boca y el cuerpo de L, haciéndolo todas las noches suyo.
L se estremeció y se entregó a los besos de Raito, deleitándose con el contacto de su lengua con la del joven, a la vez que sus manos comenzaban a explorar bajo la camiseta, descubriendo el fuerte torso de Raito. Aquello era una locura…¿qué diablos estaban haciendo? Con la mente en blanco, sólo podían pensar el uno e el otro…era como un sueño hecho por fin realidad. Raito podía sentir el cuerpo delgado pero firme de L temblando de excitación bajo el suyo y no pudo evitar que se le escapara un gemido.
-“Ryuuzaki…aah…”
No podía soportarlo. Eran sentimientos demasiado intensos y la pasión le estaba haciendo perder totalmente el control de sí mismo… ¿por qué?, ¿por qué estaba sucediendo esto? Miedo, vergüenza, deseo, rabia…aquella tormenta que ahora rugía en su interior pensó que iba a volverle loco y tuvo miedo de cometer el fallo que más le aterrorizaba. Odiaba a L más que nunca con toda su alma; ojala pudiera matarlo allí mismo y deshacerse de él para siempre; deshacerse por fin de la única piedra que le entorpecía en el camino a su utopía. Pero no podía…y bien sabía que no era únicamente porque el asesinato de L suponía también su propia condena, sino porque…sentía algo más, y ese algo le producía un terror inmenso.
Ahora el alma de L se debatía entre de dos abismos, a cual más peligroso e incierto. Por un lado sentía un amor y una felicidad tan intensos y nuevos para él que creyó que no podría soportar tanta dicha; por otro lado sus sospechas de que Yagami Raito, el apuesto joven de vida sin mácula, era el asesino en serie Kira no hacían sino confirmarse con cada beso y caricia.
Notaba palpitar bajo su piel el odio y el rencor, y se dio cuenta de que aquella lucha psicológica no era sino un empate, la balanza de ambos estaba en un dudoso punto medio: mientras que ambos sintieran ese sentimiento ninguno de los dos podría ganar.
Y eso era algo que ni L ni Raito iban a consentir. Desde el primer momento en que tuvieron constancia de la existencia del otro sus destinos estaban sellados: sólo uno podía ganar esta batalla. Nada de sentimientos; nada de eso importaba, sólo el ideal de cada uno: la creación de un mundo perfecto costara lo que costase y la captura del mayor criminal de la historia arriesgándose todo lo que fuera necesario… ¿cómo podía tener cabida el amor o tan siquiera la amistad? No, ya no eran dueños de sus vidas. La Providencia ya tenía escrito el final de cada uno.
Sin embargo, pese a todo esto, allí estaban: no sabían cuando se habían quitado las ropas, cuando habían empezado a sudar y a gemir de placer, cuando habían dejado de saber dónde acababa el cuerpo de uno y empezaba el del otro.
“Te quiero” “ Déjame” “Por favor…” “No pares…” “Lo siento”
“Te quiero” “¡Te quiero!”
“Ryuuzaki…” “Raito-kun…” “¡Ahh…!”
Raito se derramó dentro de L mientras las lágrimas caían por sus mejillas y vio cómo Ryuuzaki también contenía el llanto…se fundieron en un abrazo, el primer y último abrazo, notando como se unían también sus lágrimas, en un acto que les pareció el más intimo y sincero.
Qué vergüenza…qué impotencia…y qué pena…
Miles de preguntas y ninguna respuesta; ahora, ¿qué iba a suceder? Ninguno de los dos lo sabía , pero la incertidumbre les estaba partiendo el alma.
“Te odio, te odio por todo ésto, por hacer que sienta estas cosas de las que no sé ni el nombre”
“por hacer sacar el monstruo que desconocía en mí”
“por hacer que me avergüence de lo que soy”
“ Me das miedo y me haces sentir miedo de mi mismo”
“¡Te odio por hacer que yo mismo me odie!”
En un arrebato de ira Raito se abalanzó sobre el cuello de L, quien curiosamente no pareció conmocionarse, como si esperara aquella reacción . Y el tiempo se paró , y el silencio y la oscuridad se hicieron tan pesados y asfixiantes que durante un segundo Raito pensó que L también trataba de ahogarlo. Apretó las manos con fuerza; la rabia que le cegaba no fue impedimento para que llegara a apreciar la finura de la piel del cuello de L, pero él aumentaba vez más la presión.
Tum Tum. Tum Tum. Tum Tum .TUM TUM.
Fue entonces cuando, delicadamente, un pálido rayo de luna rasgó una nube e iluminó el rostro de Ryuuzaki.
Y Raito vio sus grandes ojos negros como el azabache, enrojecidos de llorar, con una mirada tan triste, tan resignada, tan doliente que se le atravesó en el corazón como una daga, y automáticamente retiró las manos, horrorizado por lo que había querido hacer.
L también pudo ver la mirada de Raito; vio como el odio más extremo se esfumaba para mostrarle un Yagami Raito destrozado y confuso, lamentándose de su propia debilidad; de que una simple mirada hubiera doblegado su férrea voluntad.
Pero lo que Raito no sabía era que L había dejado atrás esa estúpida lucha, que se había tragado su orgullo y que ya le daba igual ganar o perder. ¿Qué más daba? ¿A quién querían engañar? Ahora comprendía que desde el momento en el que se habían enamorado ambos habían sido derrotados.
Ya no había nada que decir o hacer. Aquella situación se tornaba excesivamente incómoda e insufrible. Como si fuera la cosa más natural del mundo ambos volvieron a vestirse y a cubrirse con las sábanas…fue el tintineo de las esposas lo que les devolvió a la realidad y vieron pasar ante sus ojos todo lo que habían vivido y los motivos causantes de aquella situación de la que eran presos. Esto nunca tendría que haber pasado. Si no hablaban nunca más de ello podrían llegar a convencerse de que jamás había ocurrido y que todo había sido un sueño. O una pesadilla.
La noche aun era joven; ciertamente no había pasado mucho tiempo desde que Raito creyó escuchar su nombre de los labios de L, no obstante parecía que había transcurrido una eternidad. Ambos sabían que ninguno de los dos iba a lograr conciliar el sueño, pero al menos había que disimular. Por ello, cualquiera que hubiera entrado en ese momento en la habitación no hubiera sino observado a dos jóvenes durmiendo profunda y plácidamente.
Pero lo que nadie podía saber era que, bajo aquella aparente paz, latían dos corazones convertidos en un mar de lágrimas.
“Raito-kun…” “Ryuuzaki…” “Perdóname.”
FIN
Chise_2602
-“Raito-kun…”
-¿Hum?
Yagami Raito, vencido por el cansancio tras una interminable jornada de investigación, no supo determinar si Ryuuzaki había musitado su nombre o si bien lo había soñado. Se incorporó levemente de la cama e intentó escrutar la oscuridad impenetrable que reinaba en la habitación y aguzó el oído aguardando de nuevo la voz de L. Pero no se escuchó nada.
Bostezó somnoliento y se dio la vuelta, tapándose de nuevo con las sábanas; pero aquel agotamiento que antes le embargaba se había esfumado y ahora se mantenía alerta, completamente desvelado. Hubiera sido o no un sueño, lo más seguro era fingir que dormía.
De espaldas a Raito, L permanecía quieto y con los sentidos tan aguzados como los de su compañero. Si bien el dormir había supuesto desde siempre para él un esfuerzo francamente considerable, desde que compartía cama era tarea más que imposible.
Podía sentir el suave seseo de las sábanas al moverse, su respiración profunda y pausada … y también la calidez y el aroma de su cuerpo. El simple hecho de notar otra presencia a su lado le desconcertaba y crispaba los nervios…por eso permanecía en tensión , expectante…como a la espera de algo que ni él era capaz de determinar.
Pese a tener plena convicción de que Yagami Rito era Kira, sabía que no tenía que temer de él en plena noche…mientras estuvieran unidos por las esposas no sería tan estúpido como para matarlo; sería demasiado obvio, demasiado fácil para Kira…pero aún así, dormir con el enemigo era algo que instintivamente le hacía permanecer a la defensiva…y más ahora, que sabía que estaba fingiendo que dormía.
Y es que en el instante en el que susurró su nombre, notó cómo se le hacía un nudo en el estomago y se ahogaban sus palabras en la garganta. Abrió los ojos desmesuradamente, sorprendido de su propia reacción, y sintió su corazón latir con fuerza cuando se dio cuenta que nada de eso había pasado desapercibido para Raito.
Ambos jóvenes estaban anhelantes, temerosos…casi podía palparse la tensión contenida en aquella oscura estancia durante unos minutos que parecieron interminables horas, sumidos en una ausencia de sonido enloquecedora.
“Te odio” “¿Qué quieres? “Te deseo” “Quiero matarte” “¿Por qué?” “Desaparece de mi vida” “Bésame” “
“Ojala nunca te hubiera conocido” “¿Sabes quién soy?”
“Quiero matarte” “Quiero matarte”
“Pero…”
El cuerpo de L temblaba casi imperceptiblemente, pero por dentro un torbellino de emociones contradictorias le torturaban… ¿qué eran esos sentimientos tan fuertes? Intentó mantener la frialdad y buscó las causas que le estaban llevando a actuar de esa forma tan impropia de él…
Sí, aunque le costara reconocerlo, estos últimos meses de estrecha convivencia con Raito habían sido los momentos más felices de su vida. Se había divertido como nunca, disfrutando de la agradable conversación de Raito, descubriendo juntos la cantidad de gustos y aficiones que compartían, evadiéndose y gozando de la vida tal y como debía de ser en un chico de su edad. Lo que no acababa de comprender era por qué cada vez con más frecuencia miraba a Raito, como hipnotizado por sus rasgos perfectos, por sus cabellos castaños casi rojizos, por sus ojos color almendra, por su cuerpo atlético, por su voz serena, por su…
Los pensamientos de Raito no estaban muy alejados. Él también debía admitir que L era el amigo que nunca había tenido; por fin tenía alguien interesante e inteligente con quien pasar las horas; le encantaba y a la vez detestaba cada vez que coincidían nuevamente en algo, y esa doble vertiente de emociones le asustaba. Pero lo más desquiciante era esa imperiosa necesidad de mirarlo: mirar su piel de nácar, mirar su pelo tan negro como sus ojos, mirar sus extravagantes gestos, sin poder evitar el sonreír para sí mismo siempre que le veía llevarse el pulgar a los labios, antojándosele deliciosamente inocente.
Nunca supieron de dónde sacaron el valor, pero de repente, poseídos por el deseo, se encontraron abrazados, Raito sobre L, con temor a que sus miradas se cruzaran, tal miedo tenían de que sus ojos fueran un espejo del alma.
Y entonces…
-“Bésame, Raito-kun”
Con timidez. Raito, con sus dedos entrelazados con los oscuros cabellos de L, posó sus labios en los de Ryuuzaki, sorprendiéndose del dulce sabor de su boca, dulce, muy dulce…y pensó que podría pasar el resto de su vida perdido en la boca y el cuerpo de L, haciéndolo todas las noches suyo.
L se estremeció y se entregó a los besos de Raito, deleitándose con el contacto de su lengua con la del joven, a la vez que sus manos comenzaban a explorar bajo la camiseta, descubriendo el fuerte torso de Raito. Aquello era una locura…¿qué diablos estaban haciendo? Con la mente en blanco, sólo podían pensar el uno e el otro…era como un sueño hecho por fin realidad. Raito podía sentir el cuerpo delgado pero firme de L temblando de excitación bajo el suyo y no pudo evitar que se le escapara un gemido.
-“Ryuuzaki…aah…”
No podía soportarlo. Eran sentimientos demasiado intensos y la pasión le estaba haciendo perder totalmente el control de sí mismo… ¿por qué?, ¿por qué estaba sucediendo esto? Miedo, vergüenza, deseo, rabia…aquella tormenta que ahora rugía en su interior pensó que iba a volverle loco y tuvo miedo de cometer el fallo que más le aterrorizaba. Odiaba a L más que nunca con toda su alma; ojala pudiera matarlo allí mismo y deshacerse de él para siempre; deshacerse por fin de la única piedra que le entorpecía en el camino a su utopía. Pero no podía…y bien sabía que no era únicamente porque el asesinato de L suponía también su propia condena, sino porque…sentía algo más, y ese algo le producía un terror inmenso.
Ahora el alma de L se debatía entre de dos abismos, a cual más peligroso e incierto. Por un lado sentía un amor y una felicidad tan intensos y nuevos para él que creyó que no podría soportar tanta dicha; por otro lado sus sospechas de que Yagami Raito, el apuesto joven de vida sin mácula, era el asesino en serie Kira no hacían sino confirmarse con cada beso y caricia.
Notaba palpitar bajo su piel el odio y el rencor, y se dio cuenta de que aquella lucha psicológica no era sino un empate, la balanza de ambos estaba en un dudoso punto medio: mientras que ambos sintieran ese sentimiento ninguno de los dos podría ganar.
Y eso era algo que ni L ni Raito iban a consentir. Desde el primer momento en que tuvieron constancia de la existencia del otro sus destinos estaban sellados: sólo uno podía ganar esta batalla. Nada de sentimientos; nada de eso importaba, sólo el ideal de cada uno: la creación de un mundo perfecto costara lo que costase y la captura del mayor criminal de la historia arriesgándose todo lo que fuera necesario… ¿cómo podía tener cabida el amor o tan siquiera la amistad? No, ya no eran dueños de sus vidas. La Providencia ya tenía escrito el final de cada uno.
Sin embargo, pese a todo esto, allí estaban: no sabían cuando se habían quitado las ropas, cuando habían empezado a sudar y a gemir de placer, cuando habían dejado de saber dónde acababa el cuerpo de uno y empezaba el del otro.
“Te quiero” “ Déjame” “Por favor…” “No pares…” “Lo siento”
“Te quiero” “¡Te quiero!”
“Ryuuzaki…” “Raito-kun…” “¡Ahh…!”
Raito se derramó dentro de L mientras las lágrimas caían por sus mejillas y vio cómo Ryuuzaki también contenía el llanto…se fundieron en un abrazo, el primer y último abrazo, notando como se unían también sus lágrimas, en un acto que les pareció el más intimo y sincero.
Qué vergüenza…qué impotencia…y qué pena…
Miles de preguntas y ninguna respuesta; ahora, ¿qué iba a suceder? Ninguno de los dos lo sabía , pero la incertidumbre les estaba partiendo el alma.
“Te odio, te odio por todo ésto, por hacer que sienta estas cosas de las que no sé ni el nombre”
“por hacer sacar el monstruo que desconocía en mí”
“por hacer que me avergüence de lo que soy”
“ Me das miedo y me haces sentir miedo de mi mismo”
“¡Te odio por hacer que yo mismo me odie!”
En un arrebato de ira Raito se abalanzó sobre el cuello de L, quien curiosamente no pareció conmocionarse, como si esperara aquella reacción . Y el tiempo se paró , y el silencio y la oscuridad se hicieron tan pesados y asfixiantes que durante un segundo Raito pensó que L también trataba de ahogarlo. Apretó las manos con fuerza; la rabia que le cegaba no fue impedimento para que llegara a apreciar la finura de la piel del cuello de L, pero él aumentaba vez más la presión.
Tum Tum. Tum Tum. Tum Tum .TUM TUM.
Fue entonces cuando, delicadamente, un pálido rayo de luna rasgó una nube e iluminó el rostro de Ryuuzaki.
Y Raito vio sus grandes ojos negros como el azabache, enrojecidos de llorar, con una mirada tan triste, tan resignada, tan doliente que se le atravesó en el corazón como una daga, y automáticamente retiró las manos, horrorizado por lo que había querido hacer.
L también pudo ver la mirada de Raito; vio como el odio más extremo se esfumaba para mostrarle un Yagami Raito destrozado y confuso, lamentándose de su propia debilidad; de que una simple mirada hubiera doblegado su férrea voluntad.
Pero lo que Raito no sabía era que L había dejado atrás esa estúpida lucha, que se había tragado su orgullo y que ya le daba igual ganar o perder. ¿Qué más daba? ¿A quién querían engañar? Ahora comprendía que desde el momento en el que se habían enamorado ambos habían sido derrotados.
Ya no había nada que decir o hacer. Aquella situación se tornaba excesivamente incómoda e insufrible. Como si fuera la cosa más natural del mundo ambos volvieron a vestirse y a cubrirse con las sábanas…fue el tintineo de las esposas lo que les devolvió a la realidad y vieron pasar ante sus ojos todo lo que habían vivido y los motivos causantes de aquella situación de la que eran presos. Esto nunca tendría que haber pasado. Si no hablaban nunca más de ello podrían llegar a convencerse de que jamás había ocurrido y que todo había sido un sueño. O una pesadilla.
La noche aun era joven; ciertamente no había pasado mucho tiempo desde que Raito creyó escuchar su nombre de los labios de L, no obstante parecía que había transcurrido una eternidad. Ambos sabían que ninguno de los dos iba a lograr conciliar el sueño, pero al menos había que disimular. Por ello, cualquiera que hubiera entrado en ese momento en la habitación no hubiera sino observado a dos jóvenes durmiendo profunda y plácidamente.
Pero lo que nadie podía saber era que, bajo aquella aparente paz, latían dos corazones convertidos en un mar de lágrimas.
“Raito-kun…” “Ryuuzaki…” “Perdóname.”
FIN
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